lunes, 17 de octubre de 2011


 Ella tenía 12 años y yo 15, era mi prima, vivíamos en casa contiguas, en frente de la mueblería, que era el negocio de mi padre y mi tío 
Crecimos juntos aunque esos tres años de diferencia a esa edad eran importantes,  Lorena aun no se había desarrollado y era más bien una niña pecosa y flaquita. Por alguna razón tenía un enamoramiento conmigo y buscaba las ocasiones para encontrarnos a solas para abrazarme, tomarme de la mano y me pedía que le enseñe a besar. Era todo un follón, y no me la podía sacar de encima, ya que me seguía a todos lados.  
Pasaron un par de años, hacia mucho que no la veía y una mañana de domingo yo dormía destruido en mi casa, luego de una fiesta hasta muy tarde. Nuestras familias preparaban un almuerzo en su casa, a la que no pensaba asistir. En un momento sentí que alguien furtivamente se metía en mi cama, inicialmente no me moví intentando adivinar quien era, luego de un momento me sacudió mientras me decía “no puedo creer que estés saliendo con esa loca de Susana” luego comenzó a insultarme hasta que rompió en llanto mientras me abrazaba. Yo dormido y de espaldas,no entendía nada; pero al sentir el calor de su cuerpo tuve una erección.
Me dí la vuelta pensando en escandalizarla, para darle su merecido por su comportamiento y mal trato. Al hacerlo se dio cuenta de mi estado, intentó recular, mientras la agarraba de las nalgas y apoyaba mi erección entre sus muslos casi cubiertos con una minifalda. Dejó de llorar tiró de las sabanas a un costado y me miró profundamente con odio, intenté atraerla hacia mi y me respondió con un par de mordiscones; al tiempo que intentaba deshacerse de mi abrazo. Le puse una mano entre sus muslos mientras luchaba  para mantenerlos cerrados. Iniciamos una verdadera lucha, yo intentando abrir sus labios que mantenía completamente cerrados, y tratando de mantener mi mano entre sus pierna; jadeabamos por el esfuerzo, de pronto abrió los labios mientras de a poco  empezó a responder a mis besos  aflojando la presión de sus piernas. Continué el ascenso de mi mano hasta notar sus bragas húmedsa, con sus brazos intentaba alejarme mientras su boca se fundía con la mía, ya no luchaba contra mi sino con ella misma. Nuevamente intentaba  cerrar los muslos mientras me apoderaba  de su sexo ingresando por el costado de sus bragas blancas. Comencé a frotarle lentamente  la vulva y el clítoris mientras me repetía  “no, no, no” y su pelvis se movía de manera circular. Al intentar penetrarla con mi dedo del medio me detuvo la mano y sólo lo dejó libre cuando abandoné mi intento. Le tomé una mano de ella para ponerla en mi sexo erecto pero se negó a hacerlo, estaba en trance y entregada por entero  a la búsqueda de su propio goce. Luego de un quejido interminable me mordió los labios mientras arqueaba su pelvis para llenar mi mano con  sus jugos. Inmediatamente  me dio un empujón, se levantó de un salto y salió  a la carrera de mi habitación, quedé sumamente excitado y con una gran culpa por una situación que literalmente se me había escapado de las manos.
A partir de ese momento me evitó y nunca mas pude recrear la situación ni tampoco hablar de lo que había pasado.
          Pasó el tiempo, yo me fui a otra ciudad  y cada vez que volvía a visitar a mi familia, no tenía la oportunidad verla, y si estábamos en reuniones familiares, hacía lo posible para no tener contacto conmigo.
Cumplí  20 años cuando me enteré que había quedado embarazada y se casó con su noviecito, por imposiciones familiares tuve que asistir a la ceremonia.
La noche anterior al casamiento mi tía  me pidió que pasara  a buscar a mi prima, por  la peluquería. El saludo fue frío y mientrad conducía en silencio, sonaba en el estereo “… y tardé en olvidarte 19 días y 500 noches…”
Nos detuvimos en la puerta de su casa, apoyó una mano en mi bragueta mientras me regalaba un largo y húmedo beso y despacito me decía al oído  “esperé que tu me hicieras la despedida de soltera, pero no llegaste”.
Siempre fuiste un gilipollas conmigo.
Meses después tuvo una hija y parecía que nuestros caminos se habían terminado de separar.
          Al año siguiente para fin de año mientras Lorena se encontraba de vacaciones con su familia, falleció la madre de su marido, por lo cual  el marido se volvió  en el primer vuelo que encontró y ella manejando con  la niña en el auto.
La familia se encontraba preparando el velatorio, y en un momento mi tío me llama y me dice “Tu prima se quedó a medio camino con el auto, está en una estación de servicio, ¿puedes encargarte de ir a buscarlas?. No vuelvan enseguida es mejor que se queden a pasar la noche y salgan temprano”
Llegué a las dos de la mañana estaba en un pequeño hotel; “la niña  estaba insoportable”, me dijo, convenimos salir a las 6 de la mañana para llegar a tiempo para el entierro.
 Pedí una habitación al lado de ella, nos despedimos luego de comer un bocadillo. Me dí una ducha rápida, el calor era insoportable y cando salí estaba desnuda dentro mi cama.
Ven aquí, tenemos algo pendiente desde que era una niña, me dijo. Y mientras me acercaba me tomó de las nalgas mientras engullía mi miembro semierecto, con una mano le imprimía un movimiento de rotación hacia ambos lados mientras que con la boca entraba hasta el fondo; me acomodé de tal modo que pude poner mi cabeza entre sus piernas y comencé a pasarle la lengua por su sexo, su clítoris estaba a punto de  estallar mientras lo succionaba, le introduje la lengua al tiempo que se la movía de atrás para adelante, de pronto comenzó a gemir mientras me pedía a los gritos que la penetrara.. Se sentó arriba mío empalándose hasta el fondo, jadeaba pesadamente, se apoyaba en la punta de los pies desplazandose hacia arriba, para luego dejarse caer hasta quedar totalmente penetrada. Me levanté sosteniéndole las nalgas con las manos mientras la apoyaba contra la pared, me rodeó con las piernas al tiempo que la sentía que se venía una y otra vez en una serie de movimientos convulsivos que no tenían fin. No te corras, no te corras por favor me gritaba mientras continuaba sus movimientos frenéticos de su pelvis. A la cama a la cama me pidió mientras nos revolcabamos salvajemente. El tiempo se detuvo, sólo  sentir el roce de nuestros sexos nos volvía a una realidad, le agarraba los pechos mientras le mordía los pezones al tiempo que descargaba furiosamente dentro de  ella.
Fue una noche sin descanso, su búsqueda era continua cuando yo ya no podía mas usaba la boca para mantenerme a tono,  el despertador me salvó  anunciando que teníamos que partir.
Pasó un año  cuando volví me encontré con  el marido en la puerta de la mueblería, llevaba a una niña de la mano y a otra en un cochecito; “y esta quien es”,  le pregunte. “Es Amalia tiene tres meses, saludá a tu nueva sobrina” me dijo,  me acerqué, y ví que me ofrecía los bracitos mientras me sonreía y me miraba con unos ojos verdes iguales a los míos.
                                                                    

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