Silvia fue una relación de los 19 años, ella tenía 16, de padre italiano
y del sur, me parecía que salía con una
hija de Otelo. El hermanito nos seguía a todas partes y la pobre madre no tenía ni voz ni voto, me imagino que en más de una oportunidad hubiera
querido envenenarlo
.
Ambos teníamos las hormonas en ebullición y nuestras morreadas y frotadas
en la puerta de su casa hacían que me volviera, las noches que la veía, con un terrible dolor
de gónadas, y que ni siquiera se aliviaban
con la cantidad de pajas dedicadas en su nombre.
Era increíble lo cachonda que era y si hubiera sido por ella follábamos
en la cocina con los padres en la sala, no tenía recato, no usaba bragas y
solía mostrarme su coñito sentada al lado de su padre, y en mas de una oportunidad
cenando me frotaba la polla, poniéndome en situaciones incomodas no podía levantarme de la mesa luego de cenar
por lo empalmado que me encontraba. Solía pasarse la mano por su sexo y luego
me hacía oler sus dedos o me los introducía dentro de la boca. Del cine nos
corrieron 2 veces por exhibiciones obscenas.
Una noche inventó que se quedaba a dormir en la casa de una amiga que
vivía a la vuelta de la casa de mis padres, y aprovechamos una salida de los padres de la
amiga para follar por primera vez detrás del sillón de la sala, con la amiga en
la cocina mirando una película. No fue
una situación que merezca recordarse mucho ya que la desesperación que teníamos
hizo el episodio mas doloroso que placentero para ella, pero a partir de ese
momento buscábamos cualquier situación para echarnos unos polvos rapiditos y de
parados, que por supuesto mejoraban con el tiempo. Le costaba comerme la polla,
ya que decía que le producía arcadas y le encantaba que yo le comiera el coñito
con lo cual se corría en unas cuantas veces.
En ese tiempo conducía el viejo Volkswagen un escarabajo modelo 69 de mi
hermano mayor, y cuando podíamos sacarnos de encima al hermanito, nos servía de
albergue para descargar nuestros mas bajos instintos. Le gustaba follar mas que
respirar.
Para una semana santa, la madre
quería ir a visitar a sus padres que vivían en su pueblo, me invitaron a ir con
ellos, como no pude ir el miércoles a la tarde, que viajaron todos, fui en el
coche el jueves a la mañana. Por
supuesto, dormí en una habitación con el padre y el hermanito y todo el tiempo
en la iglesia, que misas, que el vía crucis. Esas estancias en la iglesia y la vigilancia hacía
que no hayamos podido estar solos ni un momento, y me arrepentí por haber ido a eso que fue una verdadera penitencia.
El domingo a la noche emprendimos el regreso, el padre eligió un camino
secundario poco transitado y aceptó que Silvia viniera conmigo en el auto, por
supuesto que no podía alejarme mucho y los seguía a una distancia prudencial.
Ni bien salimos comenzó a agarrarme la polla haciéndome unas pajas que me
volvían loco, se la metió en la boca, pero luego con el movimiento comenzó a
tener arcadas. Con una mano le frotaba el coñito, se ponía cerca del borde de
su asiento para que pudiera tener comodidad al acariciarlo tenía metidos dos
dedos dentro suyo, pero la posición hacía difícil maniobrar con ambas cosas, hasta
que llegó un momento que ambos nos pusimos como una moto.
-
No aguanto más quiero follar
Se levantó el vestido y se sentó arriba mío mirándo para adelante y
mientras que con una mano ponía mi polla en posición, se sentaba logrando de
primera una penetración profunda, luego no le importó nada, era igual si
chocabamos volcábamos o lo que fuere, comenzó a mover la pelvis en un
movimiento circular, de vaivén a ambos lados y hacia delante y atrás, ponía las
manos sobre las mías para mantener el equilibrio, sentía sus jugos que me
empapaban los bajos. La necesidad de mantener la concentración para conducir
hacía que no fuera muy fácil correrme,
no sé el tiempo que duró la follada, ella lanzaba grititos de placer al tiempo que se
corría una y otra vez, y aproveché una recta para moverme a mi gusto haciendo
que el auto fuera a los cabezazos y me corrí resoplando, conduciendo en zigzag
de un lado para el otro. Por suerte no venía nadie es sentido contrario, sino
hubiera sido un desastre. Quedó sentada sobre mí hasta que notó que mi polla
fue perdiendo su dureza y recién se cambió al otro asiento, pocas veces vi una
cara de satisfacción como la de aquella chavala esa noche. Se puso las bragas,
apoyó la cabeza en mi hombro y luego de
un momento se quedó completamente dormida.
A medida que pasaba el tiempo el empaste que tenía ahí abajo fue
secándose convirtiendose en un adhesivo entre mi polla, los pelos y mi pantalón,
cada movimiento que hacía me producía la salida de un lagrimón, intenté
acomodarme un poco y el dolor me hizo detener la maniobra, así que conduje los
kilómetros que quedaba intentando
quedarme inmóvil.
Cuando llegamos a la puerta de su casa, no pude salir del coche y me
despedí con un saludo con la mano a los padres que ya abrían la puerta, Silvia
entró corriendo, mas tarde confesaría que los jugos se le corrían por las
piernas.