La noche de desenfreno tuvo sus consecuencias, había pasado la noche con mi nuevo amante: Mario, conocido camello
de la región mucho alcohol, chocolate, coca. Y a la mañana cogió el Audi para
volver a la ciudad, manejaba rápido, yo iba voleada y en una curva mis
percepciones alteradas me dijeron que no
iba a doblar y le giré la dirección, su grito fue lo último que escuché ya que
salimos a los tumbos de la carretera dándonos una ostia de la puta madre.
Recuperé el conocimiento a bordo del helicóptero de rescate, el médico me
tranquilizó y volví a caer en un sopor. Desperté en el hospital en la UCI, con
tubos por los orificios naturales y otros provocados, tenía la pierna estirada
con un arnés, el abdomen vendado, la cabeza vendada. Me examinaron y volvieron
a dormirme.
Luego comencé a tener mas conciencia de lo sucedido cuando salí de la
UCI. Mi madre trajo un abogado que me interrogó y me puso al tanto de lo
sucedido. Mario había muerto en el accidente, y en un doble fondo del audi habían
encontrado todo tipo de sustancias, suficientes como para desequilibrar a toda
la Costa Brava. Pasé como una pasajera ocasional ya que Mario estaba casado y
con dos niños y nadie sabía de mi
existencia en su círculo social.
Me sacaron un coagulo del cerebro, la mitad del hígado, tenía una fractura en el
fémur inmovilizada y dos vértebras lumbares rotas, cuya reparación habían dejado para una segunda instancia.
No sé si fue secuela de la operación, algo que tocaron en mi cerebro,
pero el grado de excitación sexual que
tuve desde ese momento es imposible de entender (aún continúa) no podía mover los brazos libremente por el
dolor para hacerme unas pajas y me sentía desesperada, se me pasaba cuando me
daban los analgésicos y duraban lo que estos.
De pronto entró un médico, moreno entrecano como de 35 alto espaldas y
brazos trabajados, ojos color almendra y una mirada que te derretía
-
Hola Liliana, me llamo Jordi yo te rescaté con
el helicóptero.
-
Hola, tengo un recuerdo muy vago de lo sucedido.
-
Estabas muy grave, no podía compensarte,
llegaste a quirófano con lo último, temí por tu vida.
-
Soy como los gatos aún me quedan tres vidas.
Así pasamos conversando, entrando
en confianza, preguntándome cosas de mi vida y contándome de la suya. En un
momento no aguanté mas y le dije.
-
Jordi voy a pedirte una guarrada, pero no se que
me pasa estoy cachondísima por favor hazme
o dame algo para que se me pase.
Me miró extrañado, y con una sonrisa me dijo: espera que ya vuelvo.
Volvió con una bandeja y colocó unos
instrumentos en una mesa, se puso unos guantes.
-
Ya se que esto es antierótico pero no podemos
darnos el lujo que cojas una infección por mi causa, si entra una enfermera te
estoy colocando una sonda, sabes bonita.
Y me comenzó a tocar hábilmente, yo ya estaba completamente empapada,
comenzó suavemente por mis labios, luego su pulgar se dirigió hacia mi clítoris
tocándome con un movimiento circular y
cuando me penetró con dos dedos me corrí con una sensación distinta, como si me
estuviera meando, me mordí la palma de la mano para no gritar, no podía
retorcerme por el dolor que me provocaba. Me dio un beso y me dijo vendré cada
dos días a darte tu tratamiento.
Al día siguiente apareció otro médico majo, rubio mediano, ajos azules:
Hola Liliana yo soy Claudio el que te hizo la anestesia, pero que bien que
estás, no sabes el trabajo que me diste. Yo al verle y conversar con él, me fui
poniendo nuevamente cachonda y… lo mismo por favor acaríciame. Es notable la
distinta técnica que empleaba el anestesista, para empezar, sólo se lavó las
manos y sin guantes comenzó a acariciarme la raja, de arriba hacia abajo luego
con los dedos y con un fino golpeteo separó los labios, exponiendo el capuchón
y me acarició el clítoris hasta que mi respiración se hizo pesada y ruidosa y
en ese momento me metió el dedo del medio y con un movimiento de gancho por la
pared anterior mientras mi cerebro
estallaba y me dejaba viendo estrellitas. Me dio un beso y le dije por favor
vuelve en dos días. Y así estuve mientras duraba mi recuperación y en espera de
la cirugía de columna. Jordi un día con sus caricias que me hacían correr a
chorritos y Claudio que me hacía ver las estrellitas. El problema es que cada
vez quería mas, no me alcanzaba con los dedos, quería follar. Me corría pero
precisaba una polla, quería que me aplastaran follando, quedaba con muchas
ganas, me podía mover mejor y me hacia unas pajas de padre y señor mío. Pero
seguía sintiéndome mal, no me alcanzaba y me sentía frustrada.
Decidieron que me iban a operar de la columna, la iban a fijar con unas
placas de metal y me iban a hacer un injerto con un pedazo de mi hueso peroneo.
Tuve miedo, quizás la conciencia de que me podía morir a los 28 años y en un
quirófano, cuando entró Jordi me encontró llorando, me consoló con sus besos y
le dije.
-
Jordi quiero que me folles
-
Niña que te puedo hacer muy mal, tu columna esta
rota, tienes suerte que sólo sean los huesos.
-
Quiero follar, mañana puede ser que me muera, y
exijo que me hagas gozar por última vez.
-
Pero tía no te va a pasar nada, son cirugías
simples.
-
Lo decido yo, quiero que me folles
-
Liliana si nos pescan me sacan a patadas del
hospital.
Espera, y llamé a mi madre que se encontraba afuera, como siempre que
venía, ella salía y sólo entraba cuando los médicos o las enfermeras salían.
-
Espera afuera Jordi, por favor, que quiero
hablar con mi madre.
-
Mamá sabes muy bien lo que estuvo pasando con
Claudio y Jordí ¿verdad?
-
Me lo imagino hija, estas con semblante y cuando
salen quedas con la cara de la pasión de Santa Teresa.
-
Mañana me puedo morir madre, así que hoy quiero
follar, puede ser la última vez. Tienes que cuidar que nadie entre, con
cualquier excusa.
-
Pero
crees que soy una madama de un puticlub
-
Por favor madre, no es fácil pedírtelo, hazlo
por mi.
-
Salió y entro Jordí, estaba con esos pijamas que son el uniforme del
hospital le desaté los cordones y me comí su polla. Era gorda, no muy larga
pero el volumen hacía que mantenga la boca muy abierta mientras iba de la punta
a la base, pasando la lengua por el tronco y la lengua por las venas a tensión.
Jordí con su mano diestra me tocaba el coño por todos los costados.
-
Me puso una almohada debajo mi trasero para
equiparar la pierna con la que tenía con la tracción y se agachó para comerme,
suavemente, despacio, con los dedos de una mano separaba los labios mientras
que con la lengua me saboreaba.
-
Métela ahora por favor, ya me estoy corriendo.
Se puso arriba mío, apoyado
en ambas manos para no aplastarme, hizo
tres intentos y su polla me penetró llenándome totalmente, dios mío que tiempo
que había pasado que no tenía esta sensación de plenitud, y se movió lentamente
haciendo presión hacia arriba, iba sintiendo como mis jugos se transformaban en
un torrente mientras le clavaba los dientes en el hombro y las lágrimas se me
caían, que placer indescriptible, ya me podía morir que lo iba a hacer
tranquila. Jordí se retiró de mí sin correrse, tarea que le cupo a mi boca y mi
mano saboreando su semen que en abundancia pulsaba por mi garganta.
Por supuesto que no me morí
aquí estoy escribiendo, y a los dos dias de la operación le hice el mismo ruego
a Claudio, pero como habían internado a otra chica al lado de mi cama estaba
limitada en mis desvaríos sexuales.
Claudio apareció a las dos de
la mañana con una silla de ruedas, no saben la de recorridos extraños que
tuvimos que hacer subiendo en un ascensor y bajando en otro, tomando pasillos
hasta llegar a una habitación donde se hizo cargo intentando calmar mis
calenturas carnales.
Al día siguiente al abrir los
ojos Jordi y Claudio estaban de pie al
lado de la cama, ambos con una sonrisa cómplice.