viernes, 9 de marzo de 2012


La noche de desenfreno tuvo sus consecuencias, había pasado la noche  con mi nuevo amante: Mario, conocido camello de la región mucho alcohol, chocolate, coca. Y a la mañana cogió el Audi para volver a la ciudad, manejaba rápido, yo iba voleada y en una curva mis percepciones alteradas me dijeron  que no iba a doblar y le giré la dirección, su grito fue lo último que escuché ya que salimos a los tumbos de la carretera dándonos una ostia de la puta madre. Recuperé el conocimiento a bordo del helicóptero de rescate, el médico me tranquilizó y volví a caer en un sopor. Desperté en el hospital en la UCI, con tubos por los orificios naturales y otros provocados, tenía la pierna estirada con un arnés, el abdomen vendado, la cabeza vendada. Me examinaron y volvieron a dormirme.
Luego comencé a tener mas conciencia de lo sucedido cuando salí de la UCI. Mi madre trajo un abogado que me interrogó y me puso al tanto de lo sucedido. Mario había muerto en el accidente, y en un doble fondo del audi habían encontrado todo tipo de sustancias, suficientes como para desequilibrar a toda la Costa Brava. Pasé como una pasajera ocasional ya que Mario estaba casado y con dos niños y  nadie sabía de mi existencia en su círculo social.
Me sacaron un coagulo del cerebro,  la mitad del hígado, tenía una fractura en el fémur  inmovilizada y  dos vértebras lumbares rotas, cuya reparación  habían dejado para una segunda instancia.
No sé si fue secuela de la operación, algo que tocaron en mi cerebro, pero  el grado de excitación sexual que tuve desde ese momento es imposible de entender (aún continúa)  no podía mover los brazos libremente por el dolor para hacerme unas pajas y me sentía desesperada, se me pasaba cuando me daban los analgésicos y duraban lo que estos.
De pronto entró un médico, moreno entrecano como de 35 alto espaldas y brazos trabajados, ojos color almendra y una mirada que te derretía
-        Hola Liliana, me llamo Jordi yo te rescaté con el helicóptero.
-        Hola, tengo un recuerdo muy vago de lo sucedido.
-        Estabas muy grave, no podía compensarte, llegaste a quirófano con lo último, temí por tu vida.
-        Soy como los gatos aún me quedan tres vidas.
Así pasamos  conversando, entrando en confianza, preguntándome cosas de mi vida y contándome de la suya. En un momento no aguanté mas y le dije.
-        Jordi voy a pedirte una guarrada, pero no se que me pasa estoy cachondísima por favor hazme  o dame algo para que se me pase.

Me miró extrañado, y con una sonrisa me dijo: espera que ya vuelvo. Volvió con una bandeja y  colocó unos instrumentos en una mesa, se puso unos guantes.
-        Ya se que esto es antierótico pero no podemos darnos el lujo que cojas una infección por mi causa, si entra una enfermera te estoy colocando una sonda, sabes bonita.
Y me comenzó a tocar hábilmente, yo ya estaba completamente empapada, comenzó suavemente por mis labios, luego su pulgar se dirigió hacia mi clítoris tocándome con un movimiento circular  y cuando me penetró con dos dedos me corrí con una sensación distinta, como si me estuviera meando, me mordí la palma de la mano para no gritar, no podía retorcerme por el dolor que me provocaba. Me dio un beso y me dijo vendré cada dos días a darte tu tratamiento.
Al día siguiente apareció otro médico majo, rubio mediano, ajos azules: Hola Liliana yo soy Claudio el que te hizo la anestesia, pero que bien que estás, no sabes el trabajo que me diste. Yo al verle y conversar con él, me fui poniendo nuevamente cachonda y… lo mismo por favor acaríciame. Es notable la distinta técnica que empleaba el anestesista, para empezar, sólo se lavó las manos y sin guantes comenzó a acariciarme la raja, de arriba hacia abajo luego con los dedos y con un fino golpeteo separó los labios, exponiendo el capuchón y me acarició el clítoris hasta que mi respiración se hizo pesada y ruidosa y en ese momento me metió el dedo del medio y con un movimiento de gancho por la pared anterior  mientras mi cerebro estallaba y me dejaba viendo estrellitas. Me dio un beso y le dije por favor vuelve en dos días. Y así estuve mientras duraba mi recuperación y en espera de la cirugía de columna. Jordi un día con sus caricias que me hacían correr a chorritos y Claudio que me hacía ver las estrellitas. El problema es que cada vez quería mas, no me alcanzaba con los dedos, quería follar. Me corría pero precisaba una polla, quería que me aplastaran follando, quedaba con muchas ganas, me podía mover mejor y me hacia unas pajas de padre y señor mío. Pero seguía sintiéndome mal, no me alcanzaba y me sentía frustrada. 
Decidieron que me iban a operar de la columna, la iban a fijar con unas placas de metal y me iban a hacer un injerto con un pedazo de mi hueso peroneo. Tuve miedo, quizás la conciencia de que me podía morir a los 28 años y en un quirófano, cuando entró Jordi me encontró llorando, me consoló con sus besos y le dije.
-        Jordi quiero que me folles
-        Niña que te puedo hacer muy mal, tu columna esta rota, tienes suerte que sólo sean los huesos.
-        Quiero follar, mañana puede ser que me muera, y exijo que me hagas gozar por última vez.
-        Pero tía no te va a pasar nada, son cirugías simples.
-        Lo decido yo, quiero que me folles
-        Liliana si nos pescan me sacan a patadas del hospital.
Espera, y llamé a mi madre que se encontraba afuera, como siempre que venía, ella salía y sólo entraba cuando los médicos o las enfermeras salían.
-        Espera afuera Jordi, por favor, que quiero hablar con mi madre.
-        Mamá sabes muy bien lo que estuvo pasando con Claudio y Jordí ¿verdad?
-        Me lo imagino hija, estas con semblante y cuando salen quedas con la cara de la pasión de Santa Teresa.
-        Mañana me puedo morir madre, así que hoy quiero follar, puede ser la última vez. Tienes que cuidar que nadie entre, con cualquier excusa.
-        Pero  crees que soy una madama de un puticlub
-        Por favor madre, no es fácil pedírtelo, hazlo por mi.
-         
Salió y entro Jordí, estaba con esos pijamas que son el uniforme del hospital le desaté los cordones y me comí su polla. Era gorda, no muy larga pero el volumen hacía que mantenga la boca muy abierta mientras iba de la punta a la base, pasando la lengua por el tronco y la lengua por las venas a tensión. Jordí con su mano diestra me tocaba el coño por todos los costados.
-        Me puso una almohada debajo mi trasero para equiparar la pierna con la que tenía con la tracción y se agachó para comerme, suavemente, despacio, con los dedos de una mano separaba los labios mientras que con la lengua me saboreaba.
-        Métela ahora por favor, ya me estoy corriendo.

Se puso arriba mío, apoyado en ambas manos para  no aplastarme, hizo tres intentos y su polla me penetró llenándome totalmente, dios mío que tiempo que había pasado que no tenía esta sensación de plenitud, y se movió lentamente haciendo presión hacia arriba, iba sintiendo como mis jugos se transformaban en un torrente mientras le clavaba los dientes en el hombro y las lágrimas se me caían, que placer indescriptible, ya me podía morir que lo iba a hacer tranquila. Jordí se retiró de mí sin correrse, tarea que le cupo a mi boca y mi mano saboreando su semen que en abundancia pulsaba por mi garganta.

Por supuesto que no me morí aquí estoy escribiendo, y a los dos dias de la operación le hice el mismo ruego a Claudio, pero como habían internado a otra chica al lado de mi cama estaba limitada en mis desvaríos sexuales.
Claudio apareció a las dos de la mañana con una silla de ruedas, no saben la de recorridos extraños que tuvimos que hacer subiendo en un ascensor y bajando en otro, tomando pasillos hasta llegar a una habitación donde se hizo cargo intentando calmar mis calenturas carnales.
Al día siguiente al abrir los ojos  Jordi y Claudio estaban de pie al lado de la cama, ambos con una sonrisa cómplice.
-        No os preocupeis que cuando esté bien os dedicare una noche a vosotros … pero eso es otra historia…