Pilar era la cuarta hija mujer de un matrimonio que siempre vivió en la
vieja aldea de los abuelos, las hijas al ir creciendo fueron emigrando a las
ciudades más grandes y con más posibilidades. Pilar se fue a Bilbao a trabajar
en la casa de una prima de la madre que tenía un taller de costura, que
confeccionaba para marcas importantes.
Al poco tiempo comenzó a estudiar diseño con la idea de establecer su
propio negocio. Era introvertida, pelirroja muy tímida siempre metida en lo suyo,
sin amigos ni vida social. Luego de cuatro años terminó la carrera.
Graciela era una compañera mayor
que ella, quizás con la única que había establecido algún tipo de relación
durante el tiempo que transcurrieron sus estudios.
-
Esta noche vendrás, supongo, a la fiesta, eres
tan rarita que seguro que faltarás a tu propia fiesta de egresados… y no me
digas que no tienes nada que ponerte que con tus diseños algún trapo tendrás guardado, si quieres yo
te paso a buscar.
Pilar palideció sabía que tenía que vencer esta fobia.
-
Bueno Graciela por favor pásame a buscar pero no
me voy a quedar mucho tiempo.
-
Por fin bonita, ya lo verás que vamos a pasarlo
de puta madre.
Estaba radiante, un vestido en un verde muy oscuro con pequeños lunares
blancos, un escote dividido por una
parte que iba desde la costura en la cintura hacia el hombro derecho y la otra
que descubría el hombro izquierdo, por debajo de la axila uniéndose con el otro
en un nudo de moño en la espalda. La tía le había obligado a ponerse este
vestido.
-
Piensa que todas lucirán lo mejor que diseñaron,
pero a pocas les quedará tan bien como a ti.
Una cartera Hermés, tesoro guardado de su tía y unos zapatos aguja que le aumentaba su
altura unos 12
centímetros acompañaban su vestimenta que suplía a los pantalones
sin forma que habitualmente usaba. El pelo recogido hacia un costado, con los
labios y las uñas pintados color nácar. Unas gotas de su perfume favorito Angel
terminaban de componer ese cuadro
-
Dios mío niña, no lo puedo creer, donde estaba
guardada esa preciosura de mujer.
Pilar se había vestido y maquillado frente a los espejos enormes del
taller de su tía y estaba sorprendida de la imagen que le devolvía el espejo.
Se sintió segura de si misma, por primera vez en su vida sabía que podría
conseguir lo que le apeteciera. Una sensación absoluta y desconocida de
seguridad se apoderó de ella. Subió al coche de Graciela totalmente cambiada.
El mundo se detuvo en torno a ella, al ingresar al restaurante los
murmullos disminuyeron, todos los ojos estaban puestos en ella, estaba
irreconocible.
En seguida se vio rodeada por hombres y mujeres sintiéndose, una vez en
su vida, sin la presión de su timidez, manejándose con la gente como una
experta en relaciones públicas.
-
Que vas a beber
-
Vamos a beber cava, respondió Graciela,
tomándola del brazo y girando con las dos copas
hacia el fondo de la barra del bar.
-
No dejan de mirarte, estas realmente exultante.
Bebió muchas copas de cava, luego vino la cena, luego fueron todos a
bailar. Estaba eufórica, desinhibida, Graciela estaba un tanto taciturna, miraba de lejos el éxito
de su amiga que bailaba rodeada por hombres y mujeres.
Pilar reparó en ella le tomó del brazo y le dijo: vamos al baño.
Pilar tenía los ojos con un brillo mágico, rubicunda, los labios
sensuales.
-
¿Que pasa Gra? ¿No estarás celosa?
-
No se lo que me pasa, pero estando contigo me
siento muy bien y si te veo con otras gentes tengo como un nudo en el estómago.
No estoy acostumbrada a esta imagen tuya.
Pilar le tomó de la barbilla y le depositó un beso largo, húmedo, de los
que cuesta separarse, empujaron la puerta del servicio y comenzaron a
morrearse.
Ambas buscaron con su mano los sexos de la otra y comenzaron a
acariciarse mientras continuaban con las bocas juntas, devorándose las lenguas.
Pilar sacó la mano con los dedos embebidos por los jugos de Graciela y le puso
en los labios, lamiendo y chupando mientras sus dedos continuaban el camino
ascendente de la vagina de Pilar que se encontraba apoyada en la pared, con las
piernas entreabiertas jadeando y buscando nuevamente la boca de su amiga. Se
corrieron casi al mismo tiempo, respirando una en la boca de la otra para
impedirse gritar.
-
Ahora sí Graciela, vamos que la noche por
delante es nuestra.
Gracias Súcubo