Oficialmente fué mi amiga de la infancia, aquella con la que compartimos,
juegos, vacaciones, el primer beso, los
primeros morreos, siempre la recuerdo sentada arriba mío y besándome de una manera que
nunca pude olvidar. Con nadie más me
besé de esa forma, era como si supiéramos, sin experiencia, que esas bocas estaban hechas la una para la otra. Luego nos separamos
durante años, cada cual se casó por su lado y siguió su rumbo
hasta ayer en Carcassone.
Caminaba con una amiga,una compañera de viaje que había conocido en Beziers,
paseabamos por la cité y nos paramos a
mirar una vidriera de una joyería y ahí al fondo ví una
mujer con el pelo rojo encendido, alta, esbelta, de espaldas, La miré desde afuera de la tienda y me quedé
en esa posición hasta que se dio vuelta, dudando si era ella,
seguramente por la curiosidad; en un momento fijó su mirada en mí.
Nos miramos reconociendonos desde esos
24 años de ausencia. Sorpresa, asombro… caminó despacio hasta la puerta como
quien quiere exorcizar una vieja aparición. Abrió la puerta y nos confundimos
en un abrazo de casi tres lustros diciéndonos
con ese contacto profundo que seguíamos siendo los mismos, su boca buscó la
mía, y tras un segundo de duda por mi acompañante me fundí y me apropié de su
boca en un beso de una carencia del tiempo y del espacio. Por dios como
extrañaba el contacto de esa boca, sentí como una garra que me atenazaba el
estómago mientras nuestras bocas seguían unidas.
-
Quisiera saber que coños pasa aquí?, quién es
esta tía? preguntó mi amiga.
-
Es mi amor de toda la vida, desde que era una
cría, él fue mi primer beso, mi primer todo aunque no el primero y eso lo
pienso remediar ahora. Estas invitada a unirte.
Por supuesto que no aceptó y se fue luego de decirnos de todo. Me cogió
de la mano entramos a la tienda, cerró con llave y subió la escalera a un ático
mientras se detenía en la mitad para
descalzarse y arrancarse la ropa. Llegamos arriba desnudos, me empujó arriba de
una mecedora y se sentó arriba mío metiendo las piernas por dentro de los apoya
brazos.
-
No lo puedo creer, soñé noches con tenerte así
desnudo contra mi piel.
-
Y tu
fuiste mi ilusión preferida de mis pajas nocturnas.
No tuvimos tiempo para preliminares, el morreo nos había puesto a mil,
acomodó su pelvis y ensartó mi polla en su coño y lentamente comenzamos a
movernos sin despegar ni un momento los labios. La mecedora iba y venía con
nuestros movimientos, hasta que la sentí
gemir y me corrí. Hacía tanto tiempo que no follaba con alguien sintiendo no sólo
ese placer físico que depara el contacto y el roce sino la sensación extraña
del orgasmo emocional, el que no te
deja por nada perder el contacto con ese
cuerpo, sentía como si hubiera vuelto a
encontrar a mi mitad extraviada.
Esto es el placer y no hay nada que se compare.
Me levanté teniéndola en vilo y nos fuimos a una cama pequeña donde la
deposité poniéndome encima de ella. La besé y lamí todo su cuerpo, conociendo y
reconociendo sus olores, sus pliegues su mucosas, entré con mi lengua en su
vulva lamiendo y sorbiendo sus jugos, jugué con mis labios en los suyos
besándola como antes lo hiciera con su boca, cuando la toqué en el clítoris
pegó un respingo moviendo la pelvis contra mi lengua. Cambió de posición
cogiendo mi polla con la boca mientra yo me ocupaba de su coñito con la boca, y
ahí se corrió mordiendo mi polla mientras su cuerpo temblaba con las caricias
de mi lengua.
Luego se acostó levantando las piernas para recibirme, le acomodé un
almohadón para levantarle la pelvis y la penetré, lentamente, hasta el fondo,
en cada embate emitía un quejido que aumentaba a medida que me movía más rápido y más fuerte hasta
terminar con un grito que ahogue con mi boca mientras resoplaba y ponía los
ojos en blanco y yo me corría y me corría, por dios que placer, como se puede
follar con todo el cuerpo y los sentidos.
-
Que hora es?
-
Son casi las seis.
-
Vamos a vestirnos que viene a buscarme mi marido
con los niños.
Terminamos de acomodarnos cuando apareció él con dos críos tomados de la
mano, abrió la puerta y le dio un beso. Me despedí como si fuera un cliente
dándole las gracias y el hasta luego.
Volví al hotel y mi amiga se había ido dejándome una nota de odio y
siete mil maldiciones.
Al día siguiente volví temprano a la tienda y colgada en la puerta
estaba un cartelito de “cerrado por vacaciones hasta el 31 de agosto”.
¿Que puedo decir de esta crónica del adiós, el reencuentro y la
desaparición?. Escribo cavilando en el
restaurante del hotel mientras cargan mis valijas en mi auto y debo seguir
viaje hasta Marsella.
Que vueltas tiene la vida, si hasta parece que le encantara hacernos jugarretas. Siento que algo volvió a romperse
por dentro.
Es triste pero no deja de ser placentero.
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