Estaba en el último año de la facultad y con dos amigas y compañeras desde la infancia decidimos
ir de vacaciones unos días a las sierras de Córdoba. Para allí partimos en un auto destartalado haciendo casi
900 kilómetros .
Llegamos ya a la noche y fuimos a parar a un camping pegado a un arroyo, por encima de un cañadón
con una vista increíble. No había luz eléctrica
por lo que esa noche la pasamos bajo un
cielo increíble por lo estrellado. Al día siguiente despertamos y nos dimos
cuenta que habían cinco carpas y un poco mas alejada estaba una cabaña con una
proveduría y que contaba con sanitarios y duchas. Vino la dueña, una esbelta
morena de treinta y pico, curtida por el sol, vestida con una bombacha de campo
gastada por el uso, unas alpargatas y una remera cortita, nos ayudó a armar la carpa al tiempo que nos
daba detalles. Carla que así se llamaba nuestra anfitriona nos dio las
indicaciones necesarias para pasarla bien: los lugares donde podíamos ir para hacer, trekking, rappel o cabalgatas.
Durante la mañana fuimos conociendo a nuestros vecinos a medida que se
despertaban. Eran 11 mujeres y en una carpa 2 varones muy poco dados y mas
interesados en los deportes de aventuras que en el sexo opuesto.
Los días fueron fantásticos, por
las noches cada una de las carpas organizaba una noche un fogón, que comenzaba
con mate y tortas fritas para después cambiar
cuando de la nada aparecía una botella de fernet y otra de cola, y por supuesto a medida que subía la
alcoholemia el clima cambiaba. Carla ya sacaba una guitarra y cantábamos hasta que quedabamos rendidas o borrachas.
Bueno todos no, los chicos no participaban, ya que cuando salía el sol
desaparecían y volvían con sus bicicletas muy tarde y al tercer día se fueron. Por
supuesto que fueron blanco de los comentarios mas despiadados. Algunas noches el clima daba para los relatos
eróticos, supuestas experiencias de las aventuras sexuales de cada una de las
participantes. Yo era muy poco lo que podía contar, un noviecito que arrastraba
desde la secundaria, que para él el sexo era meterla en seco dos veces por
semana, moverse cuatro veces y acabar, pero a decir verdad no me traía
problemas y por el momento no precisaba nada mas. Por lo tanto no tenía mucha
experiencia y a decir verdad me incomodaba un poco la situación, había
intentado masturbarme pero me aburría y realmente el sexo no había pasado como
algo importante en mi vida. Al decir de mi psicóloga estaba sublimada mi libido
con mi estudio.
Escuchar las calientes
experiencias ajenas y con lujo de detalles me dejaba muy confundida y confieso
que algunas noches llegaba a meterme en la bolsa de dormir con la bombacha
empapada.
En una salida y haciendo rappel, se me zafó la traba del mosquetón y ahí
me ví deslizándome a toda velocidad por la cuerda, que no me quemó las manos
por los guantes que traía pero en los últimos metros di unos tumbos contra las
salientes para quedar tirada en el piso y con un tobillo hinchado. No me rompí
ningún hueso pero tenía dificultad y dolor al apoyar el pie derecho, así que a
lomo de mula volví al camping. Carla nos vió llegar y salió a nuestro
encuentro. - Llévenla a la cabaña que esta noche se queda allí. Por suerte ya éramos
casi médicas y con un botiquín muy abundante, así que hice una mezcla de analgésicos y un tranquilizante para poderme relajar. A
las dos horas tenía un estado de languidez y bienestar absoluto, Carla apareció
con una palangana y una toalla con agua y jabón y me dijo, - antes de meterte
en sabanas limpias te quitare toda esa tierra que llevas encima. “No te muevas
bonita, que en algún tiempo fui enfermera, no te voy a hacer daño”. Me lavó
primero la cabeza, luego el cuello me quitó la remera y el corpiño para
enjuagar, mis axilas, mi espalda y mis pechos. Que bien me sentía el efecto de los medicamentos incrementaba mis sensaciones y allí estaba yo,
semiconsciente, gozando de ese lavado con masaje. Me quitó muy despacio los
botines y ahí estaba mi tobillo hinchado y azul por el hematoma. Suavemente me
lavó ambos pies, las rodillas; al deslizar la toalla húmeda y sus manos por mis
muslos me di cuenta que estaba excitada, quería detener la situación, pero mi
mente no respondía se estaba hundiendo
sin remedio en esas olas de placer que me levantaba con sus manos. El último
baluarte de resistencia cayó cuando levanté las caderas para que deslizara la bombacha.
Me frotaba mojando mi entrepierna, mandándome descargas eléctricas cuando rozaba mi clítoris. Me sentía en una nebulosa
de placer sólo sentía el roce de su mano con un aceite tibio que me recorría el
cuerpo y esa sensación terrible cuando se detenía en mi sexo, notaba mis labios
abiertos, mi clítoris hinchado y sus dedos que iban y venían sin detenerse mas
que lo necesario en los distintos puntos. De pronto sentí que me introducía un
dedo, luego dos en la vagina, no soportaba tanto placer, tenía los ojos
cerrados con el miedo de que si los abría todo eso desapareciera. Me frotaba de
arriba hacia abajo, por los, entraba y salía, de pronto sentí sus labios y su
lengua apoderarse de mi clítoris, me chupaba suavemente, me pasaba la lengua
plana de arriba hacia abajo, describía círculos, cambió los dedos por la lengua
explorando mis cavidades, deteniendose en mi culo, chupando, metiendo la
lengua, frotando con los dedos, volviendo a cambiar, metiendo un dedo en mi
ano. Mi pelvis empezó a moverse con un ritmo furioso, - No me dejes no, seguí
seguí, le pedía mientras movia su cabeza intentando acomodar su lengua al roce
exquisito. Y todo explotó sentí que la cabeza me estallaba en lucecitas de colores,
espasmos violentos de mi vagina apretaban los dedos de Carla, que seguía
chupando los jugos que vertía. Me fui adormilando para despertar tarde al otro
día por mis amigas que me decían que nos íbamos al pueblo para hacerme una radiografía y que
luego seguiríamos nuestro viaje. Me traían ropa limpia y al levantarme me
miraron extrañadas por mi desnudez. Ya arreglamos con Carla ella se fue a
buscar una yegua, te dejó un beso y este sobre.
Mas tarde y a solas abrí el sobre y tenía una servilleta con la marca de
carmín de unos labios rojos.
Gracias Estela.
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